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Equipaje

Esta parte es muy interesante. ¿Cómo llevo conmigo todo lo necesario para un viaje tan largo? Ropa cómoda, ropa de abrigo, de verano, ropa para la lluvia… O llevamos una maleta muy grande u optimizamos el espacio lo más posible.
La mochila deja más libertad de movimientos para desplazarnos por todos los terrenos. Además, se adapta mejor a cualquier tipo de compartimento. Una maleta de ruedas resulta muy cómoda sobre asfalto, pero es realmente incómodo arrastrarla por superficies irregulares. Sólo es aconsejable si nos limitamos a visitar ciudades. En cualquier caso, hay que medir lo que se lleva. Cualquier sobrepeso será una pequeña tortura, más aún si llevamos el equipaje a la espalda.
Si decidimos usar una mochila, es recomendable comprar una buena, puesto que casi será parte de nuestro cuerpo por algún tiempo. Existen mochilas con cremalleras longitudinales que se abren como libros. Resulta mucho más cómodo ordenarlas y no hay que vaciarlas una y otra vez para acceder a aquello que está en la parte inferior. Existen modelos especiales para mujeres, con formas ergonómicas en las asas y en las bandas de ajuste de la cadera.
Debemos tener claro por qué climas vamos a pasar. Una buena recomendación para la ropa es la “teoría de la cebolla”: en lugar de llevar prendas gruesas, que nos resguarden del frío y la lluvia, es mejor llevar la ropa dividida en varias capas, esto nos permitirá adaptarnos mejor a las condiciones del momento.
Para el frío o la lluvia lo mejor es empezar por una camiseta térmica, superponer una prenda de abrigo tipo forro polar y, por último, una capa fina impermeable para el exterior. Los guantes, el gorro y la braga de cuello son imprescindibles para no perder la temperatura corporal. Además, no olvidar unos buenos calcetines y unas mallas térmicas para poner debajo de los pantalones. Calzado cómodo e impermeable. Tipo trekking, pero flexible para adaptarse a todos los terrenos. Pantalones cómodos, mejor desmontables con cremalleras, ya que ofrecen más versatilidad.
Las situaciones calurosas son más fáciles porque la ropa de verano ocupa poco. De todos modos, hay que hacer bien las cuentas sobre cuántas prendas necesitamos llevar. No olvides que siempre se puede ir comprando ropa y tirando otra. Incluye pares de calcetines finos y unas chanclas, como calzado fresco. Aunque no nos valgan para llegar muy lejos caminando, nunca están de más en las duchas comunitarias.
Sombrero o gorra, bañadores, un pareo como toalla de playa o una toalla muy fina para tumbarse al sol, si hay oportunidad. Y, cómo no, grandes dosis de crema solar y repelente de mosquitos, no sólo por comodidad, sino también por riesgo de contraer enfermedades. En este sentido, también es buena idea llevar alguna camiseta de manga larga fina para no quemarnos los brazos a pleno sol y, al anochecer, para evitar picaduras.
Si necesitamos llevar toallas, la mejor opción son las deportivas de microfibras, similares a bayetas finas. Las hay de todos los tamaños, ocupan mucho menos espacio, y se secan a mayor velocidad que las convencionales. Hay que acostumbrarse a su extraño tacto, pero merece la pena. Otra buena manera de reducir el espacio que ocupa nuestra ropa es usando bolsas reductoras. Se compran en tiendas especializadas y permiten extraer el aire interior con facilidad dejando nuestra ropa como una uva pasa, apretadita y ocupando menos espacio. Todo aquello con lo que dudemos sobre si meterlo o no en el equipaje, es porque no resulta vital y, por lo tanto, podremos prescindir de él. Si lo llevas, te arrepentirás de esos gramos de más que tendrás que cargar cada día.
Cuando uno viaja durante mucho tiempo debe ser muy cauto sobre las cosas que compra, cualquier recuerdo que se quiera adquirir puede suponer un problema a la hora de incluirlo en el equipaje. Es aquí donde entra en juego el servicio de correos que existe en todo el mundo y que nos permitirá deshacernos de aquello que no vayamos a necesitar, enviándolo en un barco que no se sabe cuánto tardará, pero que no nos cuesta más dinero de lo que nos costó el objeto comprado.
Debemos tener claro a qué tipo de alojamientos vamos a recurrir para determinar la necesidad de llevar una tienda o un saco de dormir. Hay que tener en cuenta el espacio y el peso que representan a mayores. Además de para acampadas, los sacos también pueden resultar útiles como manta o sábana. Debemos pensar en las temperaturas a las que dormiremos. Si nos someteremos a temperaturas extremas de frío, vamos a necesitar un buen saco, que permita un confort bajo cero y que, además, ocupe poco espacio. No saldrá barato, por lo que puede estudiarse la idea de alquilar uno en los lugares donde lo necesitemos. Si el problema es que no nos fiamos de las condiciones higiénicas del lugar, puede ser más útil una sábana saco, lo que viene a ser un saco de tela, que se puede hacer con una sábana doblada a la mitad y cosida por los bordes.
“Menos es más” es una de las consignas que más agradeceremos en nuestro viaje.

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